viernes, 14 de mayo de 2010

EL ARBOL QUE NO TENÍA HOJAS

EL ÁRBOL QUE NO TENÍA HOJAS



En el patio de un colegio había un árbol que no tenía hojas. Él nunca había visto otro árbol y no sabía que los árboles tienen que tener hojas.

Pero un día oyó decir a los niños del colegio: "¡Vaya árbol! ¡Qué feo es! ¡Ni siquiera tiene hojas! ¡No sirve para nada!"

Entonces el árbol se puso triste porque se dio cuenta que era feo. Y empezó a llorar.

De pronto se acordó de que el sol era muy poderoso y, llamándole, le dijo: "Sol, tú que eres tan poderoso, ¿puedes darme hojas?"

El sol le contestó: "Yo no puedo dar hojas a los árboles. Vete tú a buscarlas".

El arbolito dijo que él no podía ir a ningún sitio porque tenía los pies clavados en el suelo. ¿Tú no te has dado cuenta, sol, que los árboles siempre estamos en el mismo sitio?

Otro día dijo el viento: “Viento, tú que eres tan poderoso, ¿podrías darme unas poquitas hojas?”

El viento le contestó: "Yo lo que sí que hago es quitarles las hojas a los árboles, pero no se las puedo poner porque no sé."

Pasó la lluvia y el árbol le dijo: "Señora lluvia, mis pies están clavados en el suelo, ¿Puedes traerme algunas hojas para adornar mis ramas?"

Y la lluvia le contestó: 'Yo no puedo traerte hojas, yo sólo sé llorar. Voy a llorar por ti." Y las lágrimas de la lluvia regaron el patio del colegio.

El arbolito se quedó sin hojas y más triste que nunca que ni el sol, ni el viento, ni la lluvia le habían podido ayudar.

¡Qué desgraciadlo soy! ¡Ya nadie podrá ayudarme!, decía el arbolito.

Pero un día dijeron los niños del colegio: "¡Vamos a adornar el árbol del patio!"

Trajeron papel de colores; rojo, azul... lo cortaron en pedacitos. Lo fueron pegando en las ramas del arbolito. Al cabo de un rato, el arbolito quedó lleno de hojas de todos los colores.

El arbolito ya no lloraba. Era feliz.

Los niños del colegio, al verle tan contento y tan bonito, se pusieron a jugar al corro agarraditos de la mano. Mientras el sol les calentaba y el viento movía las hojas de colores y la lluvia les miraba desde lejos para no estropear aquel espectáculo tan bonito.

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