EL PAJARITO HERIDO Y EL BUEN PINO
Un día hace mucho tiempo, vino el frío. El invierno se aproximaba. Todos los pájaros se habían marchado hacia el Sur, donde poder vivir hasta !a primavera. Pero un pajarito, que tenía un ala rota, no podía volar y no sabía qué hacer. Miraba por todas partes para ver si encontraba un agujerito abrigado y caliente, cuando vio los hermosos árboles del bosque.
"Quizá los árboles puedan abrigarme durante el invierno", pensó.
Fue saltando como pudo, hasta la orilla del bosque. El primer árbol que encontró fue un olmo con el vestido de plata.
- Buen olmo -dijo el pajarito-, ¿quieres dejarme vivir en tus ramas hasta la primavera?
- ¡Ah, qué gracioso!; ya tengo bastante con cuidad de mis hojas. Vete, vete de aquí! _____El pobre pajarito saltó de nuevo con su ala rota hasta el árbol siguiente. Era una hermosa encina.
- Gran encina -dijo el pajarito-; ¿quieres dejarme vivir en tus ramas hasta la primavera?
- Vaya pregunta -dijo la encina-; si te dejo vivir en mis ramas picotearás todas mis bellotas. ¡Vete, vete de aquí!
El pobre pajarito saltó de nuevo lo mejor que pudo con su ala rota hasta que llegó cerca del gran sauce que crecía al borde del río.
- Buen sauce -dijo el pajarito-; ¿quieres dejarme vivir en tus ramas hasta la primavera?
- No, de ningún modo -dijo el sauce-; yo no hospedo nunca a extraños. ÍVete, vete de aquí!
El pobre pajarito no sabía a quién dirigirse, pero continuaba saltando lo mejor que podía, con su ala rota. Pronto el abeto le vio y le dijo:
- ¿Dónde vas pajarito?
- No lo sé -dijo el pajarito-, los árboles no quieren prestarme abrigo y yo no puedo volar con mi ala rota.
- Ven a mi casa -dijo el abeto-. Elige la rama que más te guste. Espera, yo creo que en este lado hace más calor.
- iOh, gracias, gracias! -dijo el pajarito-, pero ¿me podré quedar en ella todo el invierno?
- Claro que sí. Así me harás compañía.
El pino vivía cerca de su primo el abeto y, cuando vio al pajarito que saltaba sobre las ramas del abeto, dijo:
- Mis ramas no son muy frondosas, pero puedo proteger al abeto del viento, porque soy muy grande y fuerte.
Así el pajarito se preparó un rincón bien abrigado en la rama más grande del abeto y el pino le protegía del viento.
Cuando el enebro lo vio, dijo:
- Yo le daré al pajarito para que se alimente con mis bayas negras.
Las bayas del enebro son muy buenas para los pajaritos. '
Nuestro amiguito se encontraba muy contento en su alegre habitación, bien cátente/ abrigado del viento, y todos los días desayunaba en el enebro.
Los otros árboles vieron todo esto y comentaron:
- Yo no querría prestar mis ramas a un pájaro que no conozco -dijo el olmo-.
- Yo hubiera tenido miedo de perder mis bellotas -dijo la encina-.
- Yo no hablo jamás con extraños -dijo el sauce-.
Esta misma noche el viento del Norte vino a jugar al bosque. Y sopló sobre las hojas con su aire helado
y cada hoja que él soplaba caía a tierra.
- ¿Puedo jugar con todos los árboles quintándoles las hojas? -preguntó a su padre el rey de la escarcha-.
- No -dijo el rey-; los árboles que han sido buenos con el pajarito enfermo pueden conservar sus hojas hasta que les nazcan otras nuevas.
El viento del Norte dejó tranquilas las hojas del pino, del abeto y del enebro, mientras que los otros árboles, por no ser buenos con el pajarito, las perdieron.
Y desde entonces, en el invierno, siempre conservan sus hojas el pino, el abeto y el enebro, y los otros árboles las pierden.
Un día hace mucho tiempo, vino el frío. El invierno se aproximaba. Todos los pájaros se habían marchado hacia el Sur, donde poder vivir hasta !a primavera. Pero un pajarito, que tenía un ala rota, no podía volar y no sabía qué hacer. Miraba por todas partes para ver si encontraba un agujerito abrigado y caliente, cuando vio los hermosos árboles del bosque.
"Quizá los árboles puedan abrigarme durante el invierno", pensó.
Fue saltando como pudo, hasta la orilla del bosque. El primer árbol que encontró fue un olmo con el vestido de plata.
- Buen olmo -dijo el pajarito-, ¿quieres dejarme vivir en tus ramas hasta la primavera?
- ¡Ah, qué gracioso!; ya tengo bastante con cuidad de mis hojas. Vete, vete de aquí! _____El pobre pajarito saltó de nuevo con su ala rota hasta el árbol siguiente. Era una hermosa encina.
- Gran encina -dijo el pajarito-; ¿quieres dejarme vivir en tus ramas hasta la primavera?
- Vaya pregunta -dijo la encina-; si te dejo vivir en mis ramas picotearás todas mis bellotas. ¡Vete, vete de aquí!
El pobre pajarito saltó de nuevo lo mejor que pudo con su ala rota hasta que llegó cerca del gran sauce que crecía al borde del río.
- Buen sauce -dijo el pajarito-; ¿quieres dejarme vivir en tus ramas hasta la primavera?
- No, de ningún modo -dijo el sauce-; yo no hospedo nunca a extraños. ÍVete, vete de aquí!
El pobre pajarito no sabía a quién dirigirse, pero continuaba saltando lo mejor que podía, con su ala rota. Pronto el abeto le vio y le dijo:
- ¿Dónde vas pajarito?
- No lo sé -dijo el pajarito-, los árboles no quieren prestarme abrigo y yo no puedo volar con mi ala rota.
- Ven a mi casa -dijo el abeto-. Elige la rama que más te guste. Espera, yo creo que en este lado hace más calor.
- iOh, gracias, gracias! -dijo el pajarito-, pero ¿me podré quedar en ella todo el invierno?
- Claro que sí. Así me harás compañía.
El pino vivía cerca de su primo el abeto y, cuando vio al pajarito que saltaba sobre las ramas del abeto, dijo:
- Mis ramas no son muy frondosas, pero puedo proteger al abeto del viento, porque soy muy grande y fuerte.
Así el pajarito se preparó un rincón bien abrigado en la rama más grande del abeto y el pino le protegía del viento.
Cuando el enebro lo vio, dijo:
- Yo le daré al pajarito para que se alimente con mis bayas negras.
Las bayas del enebro son muy buenas para los pajaritos. '
Nuestro amiguito se encontraba muy contento en su alegre habitación, bien cátente/ abrigado del viento, y todos los días desayunaba en el enebro.
Los otros árboles vieron todo esto y comentaron:
- Yo no querría prestar mis ramas a un pájaro que no conozco -dijo el olmo-.
- Yo hubiera tenido miedo de perder mis bellotas -dijo la encina-.
- Yo no hablo jamás con extraños -dijo el sauce-.
Esta misma noche el viento del Norte vino a jugar al bosque. Y sopló sobre las hojas con su aire helado
y cada hoja que él soplaba caía a tierra.
- ¿Puedo jugar con todos los árboles quintándoles las hojas? -preguntó a su padre el rey de la escarcha-.
- No -dijo el rey-; los árboles que han sido buenos con el pajarito enfermo pueden conservar sus hojas hasta que les nazcan otras nuevas.
El viento del Norte dejó tranquilas las hojas del pino, del abeto y del enebro, mientras que los otros árboles, por no ser buenos con el pajarito, las perdieron.
Y desde entonces, en el invierno, siempre conservan sus hojas el pino, el abeto y el enebro, y los otros árboles las pierden.
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